Carmen «Lamona»
Posiblemente Samanta estaba un poco cansada ya y por eso decidió que su próximo programa sería 21 días de lujo, y de esta forma tomarse un kitkat. Los afectados por la crisis que salieron en alguno de sus programas anteriores, sin embargo, no pueden hacerlo. Para ellos, desafortunadamente, la cosa no termina en 21 días.
En este periplo por el lujo y la tontería la mamona de Carmen ha sido la acompañante de Samanta. Con ella ha ido a desfiles de esperpénticos diseñadores y de compras por lujosas tiendas de París. Sin olvidar una visita a las bodegas de Moët & Chandon.
No había oído hablar en mi vida de Carmen hasta ahora, aunque por otro lado pienso porque iba a tener que haber oído hablar de ella. El caso es que últimamente la tenemos hasta en la sopa.
No tengo muy claro si la odio o no la odio, porque pienso que después de algunos comentarios que ha hecho no me puede caer bien. Es una sensación extraña, porque reconozco que me despierta cierta simpatía, aunque a veces merezca tragarse un buen par de manolos por lo que dice.
Al fin y al cabo, tal y como dice ella misma, el pobre ya está acostumbrado a ser pobre, por lo que lleva mejor esto de la crisis. Sus coleguitas, sin embargo, los que tienen propiedades varias, se ven fatal porque no pueden venderlas y no tienen dinero «cash». ¡Un auténtico drama oiga!
La próxima aventura de «la Villar» será trabajar durante 21 días en unas mina de Bolivia. Veremos si a esto se acostumbra tan rápido como lo ha hecho a darse masajes con oro y alojarse en una suite de uno de los mejores hoteles de Madrid.
La receta
En este caso he amasado en la panificadora con el programa «masa» -típico día de vagancia-. Luego he sacado la masa siguiendo el método tradicional para el resto de la elaboración. Si no tenéis amasadora, panificadora o robots varios podéis hacer la receta sin problema.
Se fabrica previamente un poolish o masa madre con la levadura, un poco de harina y agua templada. Luego de dejarla reposar hasta que doble su volumen, la añadimos al resto de la masa que se hará con los demás ingredientes y la harina restante que se indica en los ingredientes.
La cebolla que he utilizado es la archiconocida cebolla frita de Ikea. Se puede usar cebolla pochada en casa por supuesto, pero esto fue un pequeño capricho para demostrar- ya que no me paraban de preguntar si se quedaba crujiente en el pan- que no sucede eso ya que con la humedad de la masa, se pone blandita, como si la hubiéramos echo en casa.
Ingredientes:
– 270 ml de agua templada
– 1 cucharada de aceite de oliva
– 450 g de harina de fuerza
– 1 sobre de levadura seca de panadería
– 1 y 1/2 cucharadita de sal
– 1 cucharadita de azúcar
– cebolla al gusto
Preparación:
Ponemos en la cubeta el agua templada y el aceite.
Cubrimos con la harina. En una esquina colocamos el azúcar, en otra esquina la sal y en el centro haciendo un pequeño hueco la levadura.
Seleccionamos el programa masa y dejamos terminar.
Una vez que el programa finaliza, nos enharinamos las manos y la mesa de trabajo. Sacamos la masa de la cubeta y amasamos para sacarle todo el gas.
Añadimos la cebolla y amasamos formando las piezas y las colocamos en la bandeja de hornear previamente enharinada, las tapamos con un paño, y dejamos reposar la masa otra vez durante un espacio de entre 30′ y 1 hora.
Cuando veamos que ha crecido otra vez la masa, precalentamos el horno a 200º .
Para conseguir un tono dorado en el pan tenemos varias formas de hacerlo: Podemos pincelar las piezas suavemente con agua, rociarlas con un vaporizador o bien dejar durante la cocción un cuenco lleno de agua en el horno. Por comodidad prefiero la última opción.
Bajamos la temperatura a 180º y metemos el pan dejándolo hasta que adquiera un tono tostado que suele ser al cabo de unos 30′ dependiendo siempre del tamaño de las piezas de pan.
